Otros creerán que la de mayor antigüedad es la Escuela de las Américas
que funcionaba en la zona del canal de Panamá y que luego de los
acuerdos Carter-Torrijos fue desplazada a Fort Benning, en Georgia.
Entre las más viejas que no le pertenecen directamente hay que mencionar
a la base británica de Mount Pleasant, en Malvinas, isla Soledad, donde
desde hace mucho tiempo están plantados los ingleses usurpadores. Por
los convenios de colaboración entre miembros de la OTAN, como son EE UU y
el Reino Unido, no cabe duda que lo que los norteamericanos demanden de
colaboración del socio, lo tendrán al instante. Esa cooperación entre
imperios se verifica con otra base que depende de Mount Pleasant, la
isla de Ascensión, británica, pero cuyo aeropuerto fue arrendado a EE UU
en 1956. La fuerza aérea yanqui lo opera desde entonces.
En algunos casos una base es abierta y luego, por motivos políticos
adversos, debe ser cerrada. Es lo que sucedió con la de Manta, en
Ecuador, creada por el colaboracionista coronel Lucio Gutiérrez y
cerrada en 2009 por el patriota Rafael Correa. Lamentablemente son más
las que se abren que las que se cierran por esos motivos de presidentes
antiimperialistas.
Intentos en Argentina
El Comando Sur norteamericano, dirigido desde junio de 2009 por el
general de la Fuerza Aérea, Douglas Fraser, manda desde su base central
de La Florida.
Tanto Fraser como sus antecesores en el comando, los generales Charles
Wilhem en 1999, Peter Pace en 2001, James Hill en 2004 y Bantz Craddok
en 2005, y por el almirante James Stavridis en 2007, han tenido una
preocupación política y un dispositivo militar correspondiente.
La preocupación, casi se diría obsesión, es el aumento de gobiernos
díscolos con Washington; a la eterna Cuba, nunca digerida, se fueron
sumando con sus propios tiempos y acentos, gobiernos como el de Correa,
Evo Morales y sobre todo, el de Hugo Chávez en Venezuela.
Secundariamente también han molestado al Comando de La Florida gestos
insumisos de Brasil y Argentina, que aún en medio de relaciones
relativamente amistosas desafiaron las políticas de bloqueo a Cuba y
aislamiento a Venezuela.
Todavía debe recordar con amargura el general Fraser el incidente con el
avión suyo con armas, equipos y drogas que el gobierno argentino no
permitió desembarcar luego de aterrizar en Ezeiza, en febrero de 2011.
El militar debe pensar que los gobernantes argentinos son desagradecidos
porque todo ese cargamento iba para oficiales norteamericanos que
harían un curso con oficiales de la Policía Federal “Argentina”.
Como Argentina es una pieza importante en el tablero político
latinoamericano, el Pentágono siempre insiste en poner la bota en el
lugar. A fines de 2011 el ministro consejero de la embajada
norteamericana en Buenos Aires y el agregado militar, comandante Edwin
Passmore, fueron recibidos por el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich.
El motivo de la reunión era continuar las conversaciones sostenidas ya
en 2007 por Capitanich con el entonces embajador norteamericano, Earl
Wayne, que apuntaban a crear una base de operaciones supuestamente
humanitarias en esa provincia del noreste.
El año anterior la embajadora norteamericana, Vilma S. Martínez, había
acompañado al general Fraser, de visita en Buenos Aires, hasta el
despacho de la ministra Nilda Garre. Los tres sonrieron para la foto,
que está colgada en el álbum de la embajada.
Este año se aceleraron los tiempos, pues el 18 de marzo Capitanich
recibió en su despacho a la comitiva del Comando Sur, integrada por el
comandante Passmore y otros funcionarios de la embajada. Luego del
encuentro Passmore fue el vocero oficial de la administración chaqueña,
pues informó de lo tratado. Dijo que estaba en su etapa final la
“Central de Emergencias” construida con fondos del Comando Sur en el
aeropuerto de Resistencia.
Tropezón que no es caída
Esta información detonó un escándalo político. El gobernador tenía
muchos antecedentes de pronorteamericano, como le había manifestado a
Wayne en 2008. Cables de WikiLeaks revelaban que Capitanich se había
manifestado contrario al sentimiento antinorteamericano que imperaba en
amplias franjas de la sociedad argentina. Esto no podía llamar la
atención de quien ingresó a la política de la mano de Domingo F.
Cavallo y en 2002 fue jefe de Gabinete de Eduardo Duhalde. Como Daniel
Scioli, Sergio Massa, Alberto Fernández y Amado Boudou, Capitanich
sintoniza bien la onda de EE UU.
El proyecto del Comando Sur albergado por Chaco levantó mucha polémica
en la provincia y el país. Hubo dos marchas populares, en abril y mayo,
de miles de personas hacia el aeropuerto de Resistencia, para denunciar
el plan yanqui, que en principio luce como humanitario pero que,
viniendo de quien viene, tiene claras y peligrosas connotaciones
políticas y militares.
Como se denunció, qué casualidad que la “Central de Emergencias” esté
ubicada sobre el Acuífero Guaraní, la cuarta reserva mundial de agua
dulce del planeta. Del lado paraguayo ya existe desde 2006 la base
Mariscal Estigarribia, con 600 marines que vinieron con argumentos
humanitarios y aún están allí.
El propio gobierno de Cristina Fernández estaba en difíciles condiciones
para avalar el proyecto de Capitanich. Es que Argentina había votado en
contra de un proyecto de inspiración estadounidense presentado en una
reunión reciente de la OEA y la Junta Interamericana de Defensa. Se
pretendía que los militares de cada país, ante una catástrofe natural,
terremoto o inundaciones, etc, pudieran decidir aún sin autorización de
las autoridades civiles.
Entre otros antecedentes negativos de esa intervención “per se”, se citó
el caso de Chile, cuando -tras el terremoto de 2010- los Carabineros
asesinaron a una persona considerándose por encima de las leyes en esa
emergencia.
Al final Capitanich tuvo que cambiar de medio a medio su iniciativa.
El 22 de mayo último envió un proyecto de ley a la Legislatura para que
la tristemente célebre “Central de Emergencias” pase a depender de la
Defensa Civil, propia, que no podrá dar participación a ninguna fuerza
militar foránea.
Esto fue un fracaso grave del imperio y sus políticos afines, de la embajada gringa y su Comando Sur.
De todas maneras, los militares norteamericanos no se darán por
vencidos. Cuando tropiezan y caen en un lado, tienen otros planes
previos o sucedáneos para seguir con su plan militarista.
Un ejemplo claro lo dieron en Manta. Cuando el presidente Correa les
cerró esa instalación clave sobre el Pacífico, salieron rápidamente a
reclamar que el entonces mandatario colombiano Alvaro Uribe les cediera
siete nuevas bases en Colombia. Y también abrieron otras tres en Perú.
No sería extraño que ante la negativa final de Argentina en Chaco, el
Comando Sur fortalezca la base de Concon en Chile y la de Mariscal
Estigarribia en Paraguay.
Para Fraser, pero sobre todo para sus jefes Panetta y Barack Obama, en
estos tiempos de crisis económica hay que tener listos los marines, los
aviones, los misiles, la IV Flota y el multimillonario presupuesto del
Pentágono (664.000 millones de dólares).