La trastienda de una derrota parlamentaria y política para Milei que modifica el escenario. La relación del gobierno con los "aliados" llegó desgastada a la sesión, como había contado este medio. Qué pasó en las negociaciones que terminaron naufragando. Por: Claudio Mardones. La vehemencia que Oscar Zago tuvo el viernes por la tarde (cuando cargó envalentonado contra el kirchnerismo antes de la votación en general de la Ley Ómnibus) se transformó en una incómoda resignación durante la tarde de este martes. Entre un momento y el otro sólo habían pasado 96 horas. Fue el lapso de tiempo que terminó de definir la suerte del proyecto de ley más importante de Javier Milei en los dos meses que lleva de presidencia.
Este martes, después de las 18, tras seis horas de debate, el titular
del bloque de La Libertad Avanza no pudo ocultar su molestia mientras
estaba reunido en privado con las autoridades de los demás bloques, pero
sin la presencia de Unión por la Patria. En ese momento transcurría un
inusual cuarto intermedio de 15 minutos, impulsado por Miguel Pichetto
cuando comenzó a confirmar que la votación en particular se encaminaba a
una durísima derrota para el oficialismo. «Presidente, cuarto
intermedio. Quince minutos de reunión entre usted y los presidentes de
los bloques, antes de entrar en el debate de privatizaciones», reclamó
el presidente del bloque de Hacemos Coalición Federal, mientras percibía
votaciones perdidosas en los primeros artículos de la ley y también
constataba que las diferencias eran tan grandes que habían ahondado las
discrepancias internas en su bloque y en el radicalismo.
El
excandidato a vicepresidente de Mauricio Macri, ahora calzado en el
traje de diputado, ya había lanzado una advertencia en una tarde de
notable malhumor. «Al oficialismo le pedimos que tenga alguna cuota de
flexibilidad. Les encanta seguir perdiendo», lanzó el rionegrino
mientras veía con sus propios ojos que algo andaba mal en las pocas
votaciones que se habían sucedido. “Traten de ver cómo receptar algunas
propuestas y ganar. No hay que perder, hay que ganar”, completó el
diputado y luego pidió la cuarta suspensión que se registra desde la
semana pasada. La solicitud tuvo el mismo cometido que las anteriores:
ganar tiempo para negociar y evitar un estrepitoso derrumbe de la
sesión. Pero esta vez, con la votación en particular en pleno
desarrollo, los tiempos no acompañaron y tampoco las voluntades a partir
de negociaciones de último momento que rompieron los tenues acuerdos.
Cuando
arrancó el impasse y comenzó la reunión solicitada por Pichetto, fue
Zago el que finalmente reconoció que el escenario venía peor de lo
esperado y que proponía el regreso del proyecto a comisiones. Una forma
elegante, pero dolorosa, de reconocer que no podían avanzar con el
tratamiento y que iban a retroceder sobre sus pasos, al punto de tomar
una decisión que implicaba resetear todo el proceso: desde dejar sin
efecto el debate y la votación en general, que el viernes concluyó con
una victoria de 144 a 109, y todo lo hilvanado este martes en la
particular. Zago no estaba sólo: delante suyo estaban Pichetto, el
radical Rodrigo De Loredo y la misionera Pamela Caletti, de Innovación
Federal. Junto a ellos también estaba Santiago Caputo, consultor y
hombre de confianza de Milei, que había llegado nuevamente para
intervenir en la negociación y hacer uso de la última palabra.
Tal
como contó Tiempo, Caputo ya había amagado con dar marcha atrás con todo
si tambaleaba el capítulo de privatizaciones. Y no sólo eso: también
estaba convencido de la colaboración que les brindaba un sector de la
oposición y de los gobernadores de Juntos por el Cambio, pero no dejaba
de mascullar que le «corrían el arco» todo el tiempo. Al parecer, Zago
no hizo otra cosa que ejecutar la decisión que Caputo había advertido en
otros momentos críticos de la negociación, aunque esta vez el
presidente no estaba en Buenos Aire, sino en las mieles de la primera
escala de su segundo viaje al exterior, entre Tel Aviv y Jerusalén, en
la previa de su paso por Roma y por el Vaticano para ser recibido por el
papa Jorge Mario Bergoglio.
La hoja de ruta de la votación en
general que se concretó el viernes había dejado una ventana de
negociación abierta para resolver los temas más espinosos y evitar que
las roscas de las últimas semanas cayeran en un saco roto. Las piezas
desequilibrantes estaban sobre la mesa desde entonces: los gobernadores
de JxC iban a volver a la carga con la coparticipación de una parte del
impuesto Piaís si el gobierno se negaba a sostener las 13 cajas
jubilatorias provinciales dentro de los cambios que preparaba para el
Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSeS. A ese combo se sumaba
la negativa de la oposición dialoguista de aceptar la derogación del
artículo 1 de la Ley de Sostenibilidad de la Deuda para quitarle los
topes de endeudamiento externo y de reestructuración. Ninguno de los
temas calientes que habían quedado del viernes llegaron este martes al
recinto. Había otros que estallaron en plena votación y que habían sido
mantenidos en reserva, aunque los diálogos que mantuvo durante la mañana
de este martes el ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, con algunos
gobernadores, fueron otro punto de fuga de la crisis que se venía
cocinando y que no se pudo resolver hasta que llegó el momento de las
primeras votaciones en particular.
Los negociadores y las desconfianzas.
Junto
a Federico Sturzenegger (autor en las sombras de la Ley Ómnibus y del
DNU 70/23), el jefe del Palacio de Hacienda fue otro de los grandes
ausentes durante todo el trámite en comisiones que comenzó hace un mes.
La oposición reclamó su presencia en varias oportunidades y al
oficialismo le costó defender el faltazo, pero Toto intervino sobre el
final de la negociación y desautorizó por enésima vez a su par de
Interior, Guillermo Francos, el mismo que la semana pasada le dijo a los
gobernadores que estaba dipuesto a coparticipar el impuesto País y al
día siguiente sostuvo todo lo contrario.
Los mandatarios provinciales
ya habían comprobado que el ministro político no tenía la lapicera
presupuestaria y que todo se lo tenía que preguntar a Toto, doblemente
empoderado desde que Milei echó de repente a Guilermo Ferraro del
ministerio de Infraestructura por filtrar información de una reunión de
Gabinete. Toto se quedó con todas las áreas de la cartera que fue
descabezada y sumó mucho más poder en la tirante relación económica con
las provincias. Sin embargo, el ministro de Economía recién tuvo
contacto directo con los mandatarios en los últimos días y buscó pactar
un acuerdo de palabra. Les propuso asumir el compromiso de reabrir la
discusión fiscal y cubrir en forma discrecional los fondos que
reclamaban para realizar obras públicas. «Si ustedes no insisten con
meter en la Ley Ómnibus la distribución del impuesto País, me comprometo
a compensar esos fondos a partir de la semana que viene», es la frase
que le adjundican a Toto en el diálogo que mantuvo con los mandatarios
provinciales que le estaban marcando la cancha. La lista de
interlocutores que exploró Toto fue desde el entrerriano Rogelio
Frigerio, del PRO, hasta el cordobés Martín Llaryora y el santafesino
Maximiliano Pullaro (UCR – Evolución). Del otro lado del teléfono los
destinatarios no se dejaron convencer y le pidieron al ministro un gesto
para plasmar en la ley que estaban por debatir en Diputados y no con
una promesa incomprobable.
El esquema de negociaciones que habilitó
Milei comenzó a evidenciar sus deficiencias. A los niveles superpuestos
de interlocutores del gobierno se sumó la desconfianza mutua entre los
jugadores que estaban del otro lado del mostrador. Los gobernadores
macristas, liderados por Frigerio, buscaron alternativas cuando
confirmaron que la idea de coparticipar el impuesto País se había
estancado. Las lecturas se contraponen sobre ese momento, pero los
radicales aseguran que los del PRO se cortaron solos en una negociación
que fue conducida por Pichetto y Nicolás Massot, otra de las espadas más
experimentadas de HCF.
Los gobernadores del PRO no venían con un
cuchillo bajo el poncho. Hace más de 20 días se habían concentrado en
otro tema espinoso. Tanto en la delegación de las facultades, como en
las bases que le daban sustento, el gobierno buscaba tener atribuciones
para unificar, modificar, transformar o eliminar a 29 fideicomisos o
fondos fiduciarios públicos destinados a obras, proyectos, y subsidios
de las provincias. Son cajas que Caputo quería intervenir a cualquier
precio y que los gobernadores no querían aflojar. Como una salida extra,
surgió una propuesta: excluir del artículo cuatro (donde estan las
bases de las delegaciones) a dos de las 29 cajas. La primera es el Fondo
Fiduciario Federal de Infraestructura Regional (FFFIR) que asiste para
obras de infraestructura económica y social y la segunda es el Fondo
Fiduciario para el Desarrollo Provincial (FFDP), que tiene funciones
similares pero cubre «prestaciones y fortalecimiento en general de los
sectores de la economía real, educación, justicia, salud y seguridad, y
la consolidación de la situación fiscal y financiera».
Esa
negociación quedó al desnudo cuando llegó el momento de votar el
artículo 4. Para evitar el naufragio de todo ese punto, el oficialismo
lo dividió en incisos y fue votado cada uno. La chispa de la discordia
surgió cuando Massot agregó el inciso H para dejar afuera a los dos
fondos fiduciarios que los gobernadores macristas habían abordado con
Caputo. «Si van a negociar esos dos, entonces discutamos todo eso», dijo
el radical Martín Tetaz, cuando advirtió la movida de los aliados de
HCF. Ahí cambió el tono del debate y comenzó a definirse la suerte de la
sesión, porque los radicales decidieron castigar esa negociación
paralela con el PRO y canalizar las otras broncas que fueron sumando
durante el fin de semana del cuarto intermedio que había comenzado el
viernes.
Antes de su naufragio fueron votados seis artículos y sus
incisos. En ese desarrollo se puede advertir el momento en que se
rompieron los acuerdos. El primer artículo definía la cantidad de
facultades legislativas delegadas al Ejecutivo. En el principio habían
sido 11 y quedaron seis. En ese punto el oficialismo pudo anotarse una
de las escasas victorias de la tarde. Fueron aprobadas las emergencias
económica, administrativa, energética, tarifaria, financiera y de
seguridad por 134 votos a favor y 121 en contra. Sucedió casi lo mismo
con los artículos 3 y 4, donde están enumeradas las bases de las
delegaciones, pero en ese punto surgió la controversia. Se cayó el
inciso J que fortalecía el rol de las fuerzas federales y también el I,
dedicado a la regulación del sector energético y el mercado eléctrico.
Después llegó el cambio que propuso Massot para el inciso H del artículo
4 y volvió a asomar la derrota numérica, esta vez propinada por un
radicalismo muy molesto después de haber confirmado el puenteo de HCF.
La bronca superó las diferencias internas que respiran los 34
integrantes del bloque de la UCR, presidido por De Loredo.
El texto
tenía 383 artículos y la crisis estructural surgió en el quinto,
dedicado a una ambiciosa reorganización administrativa del Estado. Tenía
siete incisos y seis fueron rechazados por amplias mayorías que fueron
desde los 144 votos en contra hasta los 154. En esas ecuaciones estaba
el malestar de un sector de la UCR, de otra parte de HCF, de Innovación
Federal y de algunas advertencias de LLA, como la que había lanzado
Carolina Píparo en contra del paquete de privatizaciones. En ese momento
Pichetto pidió el cuarto intermedio y le exigió flexibilidad al
oficialismo porque «les encanta seguir perdiendo». La solicitud no
imposibilitó la votación del artículo seis dedicado al sistema de
contrataciones públicas, íntimamente vinculado a los cambios
administrativos del Estado. Fue aprobado por 137 votos positivos, 111
negativos y seis abstenciones.
Había llegado el momento de votar el
artículo 7, dedicado a la privatización de empresas públicas, el punto
que había elegido Pichetto para cortar la racha perdidosa y rebajar para
dar de nuevo. De los artículos 5 y 6 lo único que había quedado en pie
fue el inciso B que le permitía al gobierno eludir las paritarias
estatales y regular la carrera administrativa en funcion al mérito y al
cumplimiento de logros. Con ese saldo oscuro votaron el cuarto
intermedio y, delante de los demás bloques, salvo el peronismo, Zago
capituló.
Cuando terminó la reunión para encontrar una salida, fue el
titular del bloque oficialista el encargado de informar el regreso a
comisión del proyecto. Las autoridades de LLA no podían ocultar la
bronca y sus pares del PRO tampoco podían disimular la impotencia. El
presidente de la Cámara, Martín Menem, levantó la sesión y con ese gesto
selló la suerte del proyecto para el futuro.
«Ganaste pibe,
disfrutá», fue la frase que le escucharon a Pichetto. Se la dijo a
Germán Martínez, titular del bloque de UxP, mientras ambos dejaban el
recinto.