El presidente Javier Milei fue la semana pasada al Foro Económico
Mundial para ofrecer un discurso de amor al mercado y de odio al Estado.
Se llevó otro guiño en las redes sociales del multimillonario Elon Musk
y generó repercusiones de todo tipo a nivel internacional. Si bien hubo
mucho ruido, lo importante sigue sin aparecer. Los dólares no ingresan y
a la Argentina no le creen ni los inversores de afuera ni los de
adentro.
El equipo económico de Luis Caputo sigue sin poder convencer
al mercado de su estrategia para ordenar la economía en los próximos
meses. Una forma simple de verlo es con el precio de los dólares
financieros. La semana pasada la cotización del contado con liquidación
llegó a superar 1300 pesos, cuando había llegado a ser de menos de 870
pesos a fines de diciembre. Es decir, en tres semanas dio un salto del
50 por ciento.
Las expectativas de devaluación del dólar oficial
siguen avanzando en la medida que aumenta la brecha cambiaria. Las
agencias de bolsa recomiendan a sus clientes cubrirse con títulos dólar
linked (o sea, bonos que se compran en pesos y ajustan en función del
tipo de cambio mayorista). El escenario con el que se manejan es que el
Gobierno convalidará una nueva devaluación antes de la liquidación de la
cosecha gruesa de soja en abril.
Los datos duros de la política
monetaria permiten entender este supuesto que empieza a tomar forma de
profecía autocumplida. Los pesos que se encuentran en la economía no
tienen alternativas para cubrirse contra el desgaste que les genera la
inflación. La tasa de interés de referencia es menos de un 10 por ciento
mensual y la inflación sube a un ritmo mayor al 25 por ciento.
Se
puede poner con un ejemplo para el caso del ahorrista minorista. Si
invierte durante un mes 100 pesos, recibirá 110 pesos. Se trata de una
cifra que debería ser 125 pesos para mantener el poder de compra. En la
medida que no puede cubrirse contra la inflación, y la tendencia de los
precios no se modera, la respuesta es la compra de dólares blue o
financieros.
Esto último lleva a incrementar la brecha cambiaria,
algo que ocurrió con una velocidad impactante en las últimas tres
semanas, y genera tierra fértil para que todos los incentivos de la
economía se alineen directamente con la idea de que habrá una nueva
devaluación del tipo de cambio oficial. Por ejemplo, los exportadores
piensan dos veces antes de liquidar productos y los importadores
apuestan por adelantar todas las compras posibles.
Un nuevo salto del
dólar mayorista, justo cuando estarán subiendo transportes y tarifas y
se estarán renegociando salarios, podría tener efectos impensados para
un mercado interno que ya se mueve con tasas de inflación elevadísimas y
una inercia que parece cada vez más difícil de cortar.
Gran parte de
la incertidumbre del mercado se asocia en forma lineal con esta
situación: sin dólares en las reservas y una segunda ronda de
devaluación en la mira, el riesgo de que las principales variables de la
macroeconomía ingresen en una fase de espiralización no puede
descartarse. El equipo económico de Milei se está moviendo al límite y
no parece dispuesto a recular.
La estrategia del Gobierno de fijar
tasas de interés muy por debajo del ritmo de inflación es deliberada y
busca licuar la masa de pesos que se mueve en el mercado interno. Una
estrategia que se complementa además con la pérdida cada vez más extrema
del ingreso real de los trabajadores, puesto que el nivel de los
salarios nominales sube muy por debajo de los precios.
Con una lógica
puramente monetarista, consideran que achicando el stock real de pesos
(y también acotando los flujos a partir de los impactos distributivos)
tendrán todas las condiciones para ordenar la economía. Una idea que se
intentó muchas veces y tuvo resultados frustrantes. Mientras tanto, el
problema estructural de la Argentina que es la falta de dólares no lo
resuelve ni el cariño de Elon Musk.