Detienen 1200 personas en campamento bolsonarista. Características de los bolsonaristas que invadieron los tres poderes del Estado. Se justifican en nombre de dios, son activos en las redes sociales y actúan organizados. Por Gustavo Veiga - La turba de neofascistas que invadió las sedes de los tres poderes constitucionales en Brasil tiene un ADN común. Es golpista, justifica sus acciones en el nombre de dios y se muestra hiperactiva en las redes sociales. Cuenta con respaldo financiero de cierto empresariado, el apoyo velado o expreso del expresidente Bolsonaro, la connivencia de distintas fuerzas policiales y, además, está armada.
Para tomar el Congreso, el Supremo Tribunal Federal (STF) y el Planalto
no hizo falta que mostrara todo su arsenal bélico. A los depredadores de
la democracia les bastaron palos, piedras y picos, más su propio
instinto criminal para destrozar todo lo que encontraron a su paso en
Brasilia. Una de sus víctimas fue un cuadro del célebre pintor carioca
Di Cavalcanti, cortado a cuchillazos. Los que atacaron el corazón de las
instituciones en el Distrito Federal no estaban solos. Fueron alentados
por exfuncionarios, comunicadores e influencers 2.0 a lo largo de la
extensa geografía de este gigante convulsionado. Anderson Torres,
exministro de Justicia y Seguridad Pública del ultraderechista mandato
cumplido, es uno de los personajes que ahora quedó en la mira de la
Justicia. Se encuentra en Estados Unidos como Bolsonaro. Pero son muchos
más. Hubo quienes proclamaron sus mensajes desestabilizadores en los
últimos días. Como si se tratara de una obra ensayada tras bastidores.
José
Carlos Bernardi, un nazi devenido periodista, ex integrante del canal
ultraderechista Jovem Pan, se filmó diciendo que había “terminado la
paciencia” durante el ataque al Congreso. Es el mismo que en noviembre
de 2021 revivió la teoría sobre la Solución Final en una entrevista que
le concedió a un medio europeo: “Si matamos a millones de judíos y nos
apropiamos de su poder económico, Brasil se hará rico. Sólo atacando a
los judíos llegaremos allí. Eso es lo que pasó con Alemania después de
la guerra”. Lo dijo cuando gobernaba Bolsonaro, pidió disculpas después,
pero siguió su campaña para atacar a Lula a más no poder. Se presentó
sin éxito como precandidato a senador por el PTB de San Pablo y su
último acto fue respaldar en un video la invasión de Brasilia.
La turba no actuó sola. Estaba organizándose desde el 5 de enero para convocar a la toma de la capital.
Los
bolsonaristas, hábiles agitadores en las redes sociales, venían
comunicándose entre ellos por whatsapp. Este domingo 8 festejaban lo que
veían por los principales canales de TV. “Vamos Brasil!!!” “Caaargaaa”,
“No salgan de allá hasta que se caiga todo”, todas eran celebraciones
del destrozo, de un golpe de estado en marcha al que también siguieron
con simpatía y complicidad las fuerzas policiales en algunas ciudades
del país. Principalmente en Brasilia.
En una de las imágenes que se
tornó viral, se ve cómo un policía del Distrito Federal saca fotos con
un celular rodeado de golpistas con camisetas verdeamarelas. Le apunta
al lugar donde ocurrían los hechos desde un sector elevado, donde otros
uniformados lo acompañaban y como si formara parte de una estudiantina
camino a un picnic dominical. No fue el único hecho con presencia
policial. En otro video donde no llega a percibirse el lugar, de la
ventanilla de un patrullero sale una bandera brasileña de porte mediano y
sus ocupantes son aclamados por la turba bolsonarista en su orgasmo
desestabilizador.
Los mensajes que no fueron detectados por los
servicios de inteligencia –o al menos minimizados – circularon en
código, bajo convocatorias falsas. Se usó la expresión “fiesta de
Selma”, acaso por una escatológica comparación con la marcha de 1965 que
convocó Martin Luther King en aquella ciudad de Alabama por los
derechos civiles. Este dato surge de la empresa de análisis de datos
Palver, que monitorea a 17 mil grupos de whatsapp.
Uno de los chats
más activos difundió en los días previos al ataque, una especie de
manual del buen invasor a los poderes del Estado. Casi una réplica a
escala de lo que aconteció en Washington el 6 de enero de 2021, a casi
dos años de su remake en Brasilia. En los mensajes se guiaba al
golpista-promedio en estado de Nirvana con la recomendación de que
“jamás empiecen la invasión sin una multitud que invada los tres poderes
al mismo tiempo, o sea, solamente empiecen la invasión cuando hubiera
patriotas suficientes para invadir todo”. Una especie de reestreno de la
Guerra de los simios – con perdón de los primates – dispuestos a hacer
de las suyas en la residencia presidencial, el despacho del juez
Alexandre de Moraes o las bancas de los senadores y diputados que habían
recibido a Lula por tercera vez en la historia en el recinto el 1° de
enero.
En el manual de los golpistas que se autoproclaman
“patriotas”, también se decía sobre cómo llevar adelante la incursión:
“Esta acción tiene que ser una acción con normas. ¡Nadie entra ni sale! O
sea, quien estuviera adentro no podrá salir, no importa si es aliado o
no, nadie saldrá después de la toma de los tres poderes”. La turba
organizada no estaba convocada solo para ir hacia la capital.
“Quienes
no puedan ir a Brasilia deben ir a las alcaldías, ayuntamientos, sedes
de los gobernadores de cada estado y deben entrar todos juntos. No
entren en grupos pequeños para no ser atacados por la seguridad o
policías (mercenarios) cuando ingresen a estos lugares. Asegúrense de
que haya suficiente gente para invadir todos los espacios”, se sugería
en otra parte de los mensajes.
Para redondear una jornada tan
dramática como violenta pero con un ingrediente bizarro, los
bolsonaristas pro-golpe de Estado se quedaron cantando tras el ataque en
Brasilia: “El pueblo unido, jamás será vencido…”. Una tergiversación en
flagrancia del clásico de Quilapayún y Sergio Ortega, casi cincuenta
años después, pero con el verdadero pueblo democrático como víctima.
gveiga@pagina12.com.ar