El bloque que encabeza Ritondo se opone ahora a debatir sobre el juicio
político que el presidente Alberto Fernández planteó a la Corte
Suprema, empezando por su titular Horacio Rosatti cuya parcialidad quedó
en evidencia con el intercambio de mensajes entre Silvio Robles,
principal colaborador de Rosatti y Marcelo D'Alessandro, ministro de
Justicia y Seguridad de Horacio Rodríguez Larreta. Robles aconseja a
Larreta sobre el inminente fallo de la Corte sobre coparticipación que
favoreció a la CABA.
La fuerza favorecida por la parcialidad de la
Corte, tanto en la coparticipación como sobre la integración del Consejo
de la Magistratura, se niega a discutir el pedido de juicio político a
Rosatti. No es que el macrismo se opone al juicio político, sino que
además no quiere discutirlo. Lo rechaza sin conocer los fundamentos del
pedido porque teme que aparezcan más pruebas de la relación promiscua
que mantiene con la cabeza del Poder Judicial que los favorece. El
argumento de base es que las pruebas fueron obtenidas en forma ilegal
porque provienen del hackeo al celular de D'Alessandro. Supuestamente
las pruebas no tienen valor si fueron obtenidas en forma ilegal. Sin
embargo el macrismo, representado por el turbio juez Claudio Bonadio, ya
fallecido, usó una escucha telefónica ilegal para abrir la causa del
memorándum con Irán contra el excanciller Héctor Timerman. Sin hablar de
las fotocopias de cuadernos inexistentes con las que abrieron la causa
de los cuadernos.
El macrismo ejerció en forma sistemática la
estrategia de no bajar al recinto para evitar los debates. Desde el
primero de diciembre pasado, es la tercera vez que no baja al recinto e
impide la discusión de un temario cada vez más abultado. Quedaron así en
el tintero temas como la ampliación de la moratoria jubilatoria o la
creación de ocho universidades en distintas provincias.
La estrategia
previa era votar en contra de todo lo que fuera presentado por el
oficialismo. De ese nivel de obstrucción pasaron a este otro que busca
cerrar el Congreso como ámbito legislativo y de debate sobre temas que
interesan a la sociedad. El incremento en el nivel de obstrucción está
relacionado también con otra decisión de la Corte que interfirió con la
integración de los bloques legislativos, pese a que se trata de una
mecánica que es de competencia exclusiva de los legisladores.
Desde
el principio del gobierno de Alberto Fernández, el macrismo mantuvo una
estrategia de obstrucción. Pero en este caso es evidente la intención de
que los fundamentos del pedido de juicio político a Rosatti tengan una
difusión mínima. El oficialismo afirmó que tiene muchas pruebas para
respaldarlo. Incluso situaciones que no provienen de los mensajes
hackeados.
Pero para llevar adelante el juicio, el Frente de Todos
necesitaría que fuera aprobado por los dos tercios de la Cámara. La
defensa en bloque que realiza la alianza del PRO, el radicalismo y el
partido de Elisa Carrió, más los libertarios y los diputados peronistas
de Córdoba y socialistas de Santa Fe, harían imposible el juicio
político.
Lo que buscan con estas medidas es acotar el daño. La
difusión de los mensajes tiene un efecto demoledor. Los dos personajes
involucrados en esta feroz batalla de espionajes: el diputado y ex
secretario de Seguridad durante el macrismo, Gerardo Milman, y
D'Alessandro, son dos personajes relacionados con los servicios de
inteligencia y la planificación de este tipo de operaciones.
Milman,
que era la mano derecha de Patricia Bullrich y con una carrera en
ascenso, cayó de un hondazo cuando quedó en el centro de atención por
una reunión con sus colaboradoras donde, dos días antes del intento de
magnicidio, habló como si estuviera en conocimiento de lo que iba a
suceder. A partir de allí saltaron, una tras otra, situaciones
irregulares con ñoquis y manejos oscuros de dinero.
Milman acusó a
D'Alessandro por esa campaña. El PRO le soltó la mano y la carrera
ascendente del diputado quedó trunca. El hackeo del teléfono de
D'Alessandro aparece como parte de esa guerra. Los mensajes que se
conocieron hubieran acabado con la candidatura de Larreta en un país
normal. Fue una estocada profunda. Es difícil que proviniera de una
interna simple. Aparece más como la acción desesperada de hundir a la
mayoría de los que lo hundieron. Una acción de perdido por perdido, de
alguien que ya no tiene nada que ganar.
Los intentos de Larreta por
defender a su ministro fueron infantiles. Lo planteó como otra operación
del kirchnerismo, cuando estas operaciones de espionaje han sido
históricamente una marca de Juntos por el Cambio. Dijo que se trataba de
un hackeo de estos mensajes que luego habrían sido sometidos a un
montaje. Si fuera así podría haber mostrado el teléfono de su ministro
para comparar los contenidos, pero no lo hizo. El diputado Waldo Wolff,
reciente adquisición del larretismo, ex abanderado de Patricia Bullrich,
afirmó en América TV que “una parte es real y otra montaje”. Cualquiera
que fuera real alcanza para hundir al macrismo.
En todos los
mensajes se plantean detalles que sólo podían conocer los protagonistas
del diálogo. No se trata de frases encimadas o intercaladas en forma
forzada, como ocurre en las fotocopias de los cuadernos. Además de los
que se relacionan con un tema tan grave desde el punto institucional,
como la parcialidad manifiesta de la Corte en un tema tan delicado como
la coparticipación, hay una gran cantidad donde se plantean coimas de
empresarios relacionados con el gobierno de CABA y tráfico de
influencias en un nivel de corrupción que involucra a jueces,
empresarios y a todo el gobierno de CABA.
Mientras obstaculizan este
debate en el Congreso, los principales dirigentes del macrismo
comenzaron sus campañas en recorridas por la costa bonaerense. El tema
no existe en la gira macrista. En los medios macristas, el tema tuvo un
trato corto, y a los pocos días desapareció. Se hacen eco de los
argumentos de Juntos por el Cambio en el Congreso, sin que este tema
aparezca. Así, los macristas no bajan al recinto porque “aunque siempre
están abiertos al diálogo, no están dispuestos a que el oficialismo no
los consulte para plantear el temario de las sesiones”.
Hablan como
si estuvieran convencidos que no importa lo que digan porque sus
seguidores deciden por identificación y no por la razón. Han creado una
identidad social que no requiere propuesta ni explicaciones. Su base
electoral está compartimentada en las redes y los medios que replican
esos discursos identitarios y es difícil romper esa compartimentación.
Muchos
de los que se escandalizaban por escuchas ilegales a kirchneristas ni
siquiera están enterados de estos mensajes verdaderamente graves que
muestran una grieta institucional que pone en riesgo la democracia.
A
pesar de esa llegada limitada de la información, los que acepten ser
cómplices de esta mafia de servicios de inteligencia, jueces,
corporaciones y políticos de la derecha, serán juzgados por la historia.
Son temas que tarde o temprano salen a la luz y enchastran a los
protagonistas.