También en la provincia de Buenos Aires.
El lugar común dice que
para el peronismo la Provincia es la madre de todas las batallas. Pero
lo es para todas las fuerzas. Mauricio Macri no ganó la Presidencia en
2015 solamente porque los votantes cordobeses inclinaron la balanza en
su favor. Aunque María Eugenia Vidal había ganado la gobernación junto
con la primera vuelta nacional, en el ballotage Macri perdió a
Presidente en territorio bonaerense. Pero obtuvo el 49,1 por ciento, muy
poco menos que el 50,8 por ciento de Daniel Scioli.
Por eso ahora
cada referente o precandidato del PRO mira obsesivamente a la Provincia.
Macri, por ejemplo, logró nacionalizar una votación como la de las
jubilaciones de los empleados del Banco Provincia y así presionó a los
legisladores radicales que, en privado, confesaban su vocación
acuerdista. Horacio Rodríguez Larreta lo impulsa a Diego Santilli, a
quien le resulta difícil desprenderse de la sombra creciente de
sospechas alrededor del ministro de Seguridad porteño Marcelo
D'Alessandro. Y Santilli mismo no es un extraño: fue el jefe de
D'Alessandro. Patricia Bullrich, que juega con Cristian Ritondo, Javier
Iguacel y Joaquín de la Torre para la gobernación, también está obligada
a hacer equilibrio entre criticar al kirchnerismo porque presuntamente
estaría montando un show para aprovechar las debilidades de Milman y, a
la vez, no tirar de la soga: nunca se sabe dónde termina apretando.
Sobre Milman pesan cada vez más sospechas. Una de las las últimas se
debe a que el juez en lo Comercial Pablo Frick intervino la sociedad
Salvattore Group, armada por la ex Miss Argentina Carolina Gómez Mónaco y
por Fernando Daga, ambos colaboradores del diputado Milman. Ambos
montaron la empresa en septiembre de 2017, justo cuando Gómez Mónaco fue
nombrada por Bullrich y Milman, entonces cabezas del Ministerio de
Seguridad, como directora de la Escuela de Inteligencia Criminal. Su
hermana Daniela fue nombrada jefa administrativa, a cargo de fondos
oficiales, tanto públicos como reservados.
La repercusión bonarense
de estos datos es cada vez mayor. El martes, en el acto de inauguración
de un polideportivo en Avellaneda, Cristina Fernández de Kirchner pidió
investigar a fondo esas presuntas irregularidades. Y el jueves, en su
último acto del año, en La Plata, el gobernador Axel Kicillof defendió a
los empleados estatales con esta frase: "Si quieren buscar ñoquis no
los busquen entre los docentes, los policías y los médicos sino entre
los asesores del diputado Milman".
Machos beta
En su muy
recomendable libro, “La alegría se volvió de derecha”, el sociólogo
Pablo Stefanoni, repasa las distintas tribus que confluyen en lo que hoy
se denomina globalmente como alt rights, nuevas derechas con vocación
de poder, que incomodan incluso a los conservadores tradicionales. Una
de esas tribus, dice Stefanini, es la de los machos beta, hombres
inteligentes pero no descollantes, sin cualidades para el liderazgo,
acostumbrados a ocupar posiciones subalternas, con expectativas y deseos
incumplidos y la consecuente carga de frustración.
Además de ser un lastre incómodo para el PRO a nivel nacional y bonaerense, Milman parece reunir varias de esas condiciones.
Criado
en una familia judía de Avellaneda, supo de chico lo que son las
diferencias de clase y estatus. El club de Jerry, el modesto SIJA, que
ni siquiera contaba con cancha de fútbol de once propia y tenía que
alquilarla, contrastaba con el confort de Macabi o Hacoaj. Cuando les
tocaba ir de visita por alguna competencia o actividad, el grupo de
Jerry, cuentan sus amigos, intentaba disimular la fascinación. Pero eso
no duró mucho. Nacido en 1966, a principios de la adolescencia Jerry
dejó el fútbol. O más bien, a la inversa. Dejó de tener un lugar en el
equipo. Y entonces su consuelo fue el tenis. Sus amigos de entonces lo
recuerdan como un muchacho tranquilo, cómodo en el anonimato. Ninguno lo
recuerda preocupado por la seguridad. Sí registran que lo marcó un
extraño episodio. Tenía unos catorce o quince años, tomaba un helado con
ellos en El Piave, a media cuadra de la plaza Alsina, la principal de
Avellaneda, cuando un desconocido le estrelló, de la nada, su puño en la
cara, en forma de directo. Jerry pasó un rato en el suelo. Ese episodio
lo volvió aún más reservado. La ola alfonsinista de 1983 arrastró al
radical Luis Sagol a la intendencia de Avellaneda, que retuvo en 1987.
El radicalismo se apalancaba en los votos de Avellaneda Centro, la
cabecera del partido, y Piñeyro. Wilde, Sarandí, Dock Sud y Domínico, en
cambio, eran peronistas, pero menos densamente pobladas: no alcanzaba.
Hasta que, en 1991, Baldomero “Cacho” Álvarez de Olivera terminó con la
hegemonía radical en el distrito, justo cuando Jerry empezaba a militar.
En
los años ochenta y noventa, las figuras preponderantes del partido
centenario eran Juan Manuel Casella y Fernando Landaburu. Tal vez por
eso, a los protagonistas de esta historia les cuesta encontrar anécdotas
de Milman, a quien recuerdan como militante de un sector minoritario,
siempre en tensión con la conducción. Tampoco participó demasiado de la
vida pública de Independiente, club del que es hincha. En algo, sin
embargo, coinciden los que lo trataron: Jerry no mira a su interlocutor a
los ojos. Mira a los costados, a un punto indeterminado o, más cerca en
el tiempo, mira su teléfono.
Nunca tuvo locales, no tenía tropa.
Pero logró colar dos concejales en la lista de 2003, Rubén Conde y
Damián Paz, que son sus incondicionales hasta hoy. De esa época, post
estallido de diciembre de 2001, le reconocen su empeño para armar la
mesa social local, con sectores de la Iglesia y los movimientos
sociales, para lograr una mínima contención alimentaria de los más
vulnerables.
En 2007, Jerry rompió con la UCR, siguiendo a Margarita
Stolbizer. El partido acompañaría la candidatura de Roberto Lavagna.
Ellos, la de Elisa Carrió. Aunque todos quedaron muy lejos de CFK, la
competencia que verdaderamente importaba a la diáspora radical la
ganaron Stolbizer y Jerry: 23 puntos de Carrió contra casi 17 de
Lavagna. Liberado de la estructura partidaria y envalentonado por el
resultado, Jerry empezó a jugar con más audacia.
En 2013 se integró,
como representante de la oposición, al directorio de la AFSCA, que
presidía Martín Sabbatella. Por entonces, Nuevo Encuentro, la fuerza de
Sabbatella, estableció que sus militantes podían derivar directamente de
su recibo de sueldo, una contribución al partido de hasta 8 puntos
porcentuales. A Jerry, que atravesaba sus últimos días en el
progresismo, el tema le interesó mucho y quiso imitarlo. Tanto, que a
pedido suyo Sabbatella envió a alguien de su mesa chica a reunirse con
él y explicarle la medida y sus alcances. Tras escuchar la catarsis
inicial de Jerry, el emisario de Sabbatella se sorprendió. A Jerry no le
interesaba transparentar ni discutir el financiamiento de la política.
Su preocupación era otra. Su tropa aceptaba gustosa los contratos que él
ofrecía, pero no estaban dispuestos a poner un peso. Jerry tenía
problemas para hacer respetar su autoridad, incluso entre los propios.
A
la política de Avellaneda le cuesta conciliar las dos imágenes, la de
aquel muchachito siempre lejos de donde se corta el bacalao y este
funcionario y diputado todo terreno, metido por una carambola en el
mundo de la seguridad. ¿Uno dejó paso al otro? ¿O ambos conviven, como
en el clásico relato de Louis Stevenson, “El extraño caso del doctor
Jekyll y el señor Hyde”?
De la falda al bife
Alguien que lo trató
en la transición de diciembre de 2015 afirma que “es un fenómeno común
cuando una fuerza política crece rápido, porque se nutre de tipos que
vienen de otros espacios y en el nuevo lugar encuentran las
oportunidades personales que antes se les negaban”. Y agrega: “Cuando
asumió, en 2015, no tenía idea de seguridad. No sé si habrá aprendido
algo”.
Otras especulaciones lo ligan a la embajada de los Estados
Unidos. Dice un viejo conocido: “Fuiste siempre un cuatro de copas. De
golpe, ya grande, te convertiste en un siete bravo o en un ancho de
bastos. Todo pasa por vos. ¿Qué más querés? Una vida comiendo falda
parrillera, descubrís el bife de chorizo y no hay vuelta atrás. Tal vez
él mismo alienta el mito de la embajada”.
En el Ministerio de
Seguridad, Patricia Bullrich tenía dos espadas importantes. Uno era
Pablo Nocetti, recordado por haber estado justo en el momento y en la
zona en que desapareció Santiago Maldonado, en el marco de un operativo
de Gendarmería Nacional en la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia
Cushamen, sobre la ruta 40. La otra espada era Jerry.
Los que la
conocen bien, le atribuyen a Bullrich, en sus movimientos palaciegos,
una prudencia que contrasta con su pirotecnia mediática. Frente a
ciertos personajes de la política, prefiere poner distancia. En sus
propias palabras, “mandar soldaditos”. Era el caso del secretario de
Seguridad y virtual viceministro, Eugenio Burzaco. Los Burzaco, con
múltiples intereses y terminales, que van de la empresa “Administradora
de Archivos”, A de A, competidora de Iron Mountain, a la FIFA, son una
de ellas. Otro tanto ocurría con el ministro de Seguridad de la
provincia, Cristian Ritondo. Por eso Milman pasó, de subsecretario de
Seguridad Interior a jefe de gabinete en la etapa posterior. Un premio.
Lo
que perdura en Jerry, coinciden varias fuentes, es esa condición
impredecible. A veces desmedido en su audacia y ambición, a veces casi
con problemas de autoestima. Jerry en modo Dr. Jekyll no sabía cómo
hacer que sus funcionarios aportaran dinero a la estructura partidaria.
En modo Mr. Hyde, intentó disputarle a Ritondo la jefatura del bloque
Pro en Diputados, cuando se conformó la cámara en diciembre de 2019, con
los ingresantes de las elecciones de octubre. Ritondo lo resolvió “por
arriba”. Le bastó con exhibir los apoyos de Macri y Larreta. El golpe
sumió a Jerry en un estado sombrío y taciturno por semanas.
De a poco
Bullrich parece ir separándose de Jerry. Primero dejó trascender que lo
haría abandonar la vicepresidencia del bloque nacional de diputados
PRO. Y ya dejó de ser su jefe de campaña. Lo reemplazó el actual
legislador porteño Juan Pablo Arenaza, quien está convencido de que "un
candidato radical con Patricia Bullrich daría prestigio a nuestra
fórmula". Para que no queden dudas sobre su eje de campaña le dijo al
editor Jorge Fontevecchia: "Patricia está expresando lo que miles de
argentinos están buscando, que es una sociedad con orden, donde se
respete la ley, con reglas claras en la convivencia diaria. Y hace mucho
tiempo que ella encarna eso. También queremos que el campo sea el motor
productor del país, que la industria esté ordenada, con precios justos
para los consumidores". Consultado sobre el apartamiento de Milman,
respondió: "No es fácil para ningún ciudadano que, de un día para el
otro, la vicepresidenta te acuse de querer matarla. Eso impacta en la
salud de las personas. Algún día Cristina Kirchner va a tener que dar
explicaciones de lo que hizo, porque acusar a alguien de querer matarla
sin pruebas firmes me parece que no está bien. Es un disparate lo que le
hicieron a Milman". Agregó también Arenaza: "Lo que hago no es
reemplazarlo sino seguir con la campaña estábamos haciendo. Gerardo se
va a tomar un tiempo porque esto afectó su salud".
Queda por ver
cómo le caerá su progresivo desplazamiento al mismísimo Jerry, cuya
inestabilidad dejó de ser un secreto. ¿La aceptará mansamente como el
Doctor Jekyll? ¿O buscará venganza como Mr. Hyde?