Argentina pierde hasta u$s7000 millones al año por no tener barcos propios. A pesar de ser una potencia agrícola cuenta con un solo buque granero. Más del 90% de la carga se va en navíos extranjeros por los que hay que pagar. Los impuestos y costos laborales ponen la actividad al borde de la extinción NA Por Carlos Lamiral. La Argentina es un extraño caso de ser una potencia agrícola de nivel mundial, que produce 100 millones de toneladas de granos al año, pero que cuenta con solo un buque capacitado para transportar ese tipo de carga. Toda la producción de alimentos que el país realiza sale del territorio nacional hacia otras partes del mundo a través de barcos de banderas extranjeras.
No se trata solo de una mera posición nacionalista. Esa deficiencia le
cuesta al país entre u$s5000 y u$s7000 millones anuales en pago de
fletes internacionales, divisas que son escasas tal cual lo indican las
medidas que tuvo que adoptar el Banco Central para poder contener
algunas reservas a la espera de que llegue el producido de la siguiente
la cosecha. El problema de la falta de una flota mercante de bandera
nacional quedó expuesto recientemente cuando la empresa propietaria del
buque remolcador Piray Guazú decidió, al igual que otras empresas en el
pasado, poner el navío bajo bandera de Paraguay, en lo que constituye un
eslabón más de una cadena de hechos que está llevando a que la
actividad de los armadores argentinos desaparezca.
Fuentes
empresarias comentaron a Ámbito Financiero que la pérdida barcos de
bandera argentina se está profundizando porque no resulta una actividad
rentable. Una empresa argentina tiene que pagar Impuesto al Valor
Agregado (IVA) por el combustible, Impuesto a los Ingresos Brutos, amén
de otros gravámenes patrimoniales, y además, el costo de la mano de obra
local es más alto que el de Paraguay..
El resultado de ello, es que
hoy por hoy de cada 100 buques que circulan por el Río Paraná hasta
Asunción, solo 3 o 4 son unidades que exhiben la bandera celeste y
blanca. Es decir que entre el 96% y el 97% de toda la mercadería que
circula a través del río argentino con destino al comercio
internacional, se hace con barcos bajo bandera de otro país. La mayoría
son de Paraguay y de Panamá, estados que ofrecen condiciones más
atractivas a las empresas para la contratación de personal.
El Centro
de Patrones y Oficiales Fluviales de Cabotaje, el sindicato que nuclea
al personal jerárquico que trabaja a bordo de los navíos, advirtió hace
unos días que “víctima de las malas políticas, de la falta de
reglamentación de la Ley de Marina Mercante y la alta presión impositiva
sobre los buques de bandera argentina, más la ineficaz y alta
burocracia estatal, provincial, municipal, portuaria, de las autoridades
aduaneras y de policía de seguridad, el B/M PIRAY GUAZU va navegando
hacia Paraguay para proceder al cambio de bandera y luego seguir
realizando el mismo tráfico comercial que hasta hoy hizo con bandera
argentina”. En una nota dirigida a sus afiliados, el gremio advierte
sobre el potencial inicio de medidas de fuerza.
La realidad es que
desde hace varias décadas la marina de carga argentina está en una
crisis que parece ser terminal, si es que no se toman medidas al
respecto. Las empresas reclaman que se ponga en marcha un capítulo de la
Ley de Marina Mercante aprobada en 2017, que fue vetado durante el
gobierno de Mauricio Macri. Ese capítulo contenía una serie de estímulos
fiscales a las empresas para compensar las ventajas de las extranjeras.
Por
caso, un barco de bandera argentina paga IVA al combustible, mientras
que en el mismo surtidor, otro navío extranjero no lo hace, porque se
considera a la venta del gasoil como una exportación que no tributa ese
gravamen.
Entre los empresarios locales comentan también que la
diferencia de salario de bolsillo de un capitán de barco paraguayo y
otro argentino no es tan diferente. Lo que marca la ventaja en favor de
los guaraníes es la carga impositiva que tiene que soportar la firma
local.
Según estiman las empresas armadoras argentinas, se pierden unos u$s5000 millones al año en fletes.
Las
dudas que se plantean desde el sector privado es que si en vez de
perder esa cantidad de divisas al año por pagar fletes internacionales
para transportar la mercadería propia, se invirtiera el estímulos
fiscales al sector, la pérdida tal vez sería menor.
El golpe de
gracia a la actividad lo constituyó en 1997 la privatización de la
Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) que concluyó con una
tradición de fuerte presencia estatal en el sector. Argentina tuvo
necesidad de generar su propia flota mercante durante la Segunda Guerra
Mundial, porque había quedado aislada por la batalla de submarinos en
Europa. El país se vio forzado a generar su propia red de transporte.
Durante el gobierno de Carlos Menem se terminó con eso y prácticamente
se liquidaron los buques de la flota. El sector privado local no ha
logrado suplir ese faltante debido a los costos elevadísimos. En algunos
casos, resulta más barato transportar mercaderías por camión que por
barco en el territorio nacional.