Y por esos duendes del fútbol, dos veces se le escapó y lo dejó sin
nada. En 2009, como director técnico de Estudiantes, estuvo a dos
minutos de ganarle al extraordinario Barcelona de Pep Guardiola, la
final del Mundial de Clubes en Abu Dhabi. Pero un cabezazo de Gerard
Piqué mandó el partido al alargue que se impuso el Barsa por 2 a 1 con
un pechazo de Lionel Messi en el tiempo suplementario. Y en 2014, esta
vez con Messi de su lado y como entrenador de la Selección Argentina, le
faltaron apenas seis minutos para ir a los penales en la final del
Mundial de Brasil ante Alemania. Pero el gol de Mario Götze en el
segundo tiempo suplementario lo dejó con el subcampeonato.
De todos
modos, resulta mezquino e injusto que su posición histórica dependa del
albur de los resultados. Sabella le dejó al fútbol un legado mucho más
importante. Por eso se lamenta tanto su muerte a raíz de una cardiopatía
dilatada y una cardiotoxicidad de larga data, que tuvieron su fatal
desenlace en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires.
Hay
coincidencia de que Alejandro Sabella fue una persona íntegra, que tuvo
una línea de conducta y convicciones intachables, y que más allá de la
polémica y la crítica circunstanciales, honró y jerarquizó los oficios
de futbolista y técnico que supo desarrollar a lo largo de 45 años.
Desde su debut como jugador en la primera de River en 1974 hasta llegar
a la dirección técnica de la Selección Argentina en 2011.
Sin dejar
de lado su paso por Estudiantes de La Plata, donde como jugador ganó el
campeonato Metropolitano de 1982 dirigido por Carlos Salvador Bilardo, y
el Nacional de 1982 conducido por Eduardo Luján Manera. Y como técnico
logró la Copa Libertadores de 2009 y el torneo Apertura 2010.
Nacido
el 5 de noviembre de 1954 en Buenos Aires en una familia de clase media,
Sabella debutó en Primera en 1974 bajo la dirección técnica de Enrique
Omar Sívori y desarrolló el primer tramo de su carrera como jugador de
River a la sombra de Norberto Alonso. No obstante su habilidad y el
exquisito manejo que hacía de la pelota con su pierna izquierda, cuando
Angel Labruna llegó al club como entrenador en 1975, lo relegó a la
tercera división y después lo mandó al banco de suplentes, dándole
escasos minutos en cada partido y una titularidad inestable. Por esa
razón, Sabella en 1978 decidió aceptar una oferta y emigrar al Sheffield
de Inglaterra.
Estaba en el Leeds United cuando a fines de 1981,
Bilardo le propuso volver a la Argentina para jugar en Estudiantes.
Sabella aceptó y en La Plata fue el vértice más habilidoso de uno de los
mejores mediocampos que se recuerden. Junto con Miguel Angel Russo,
Marcelo Trobbiani y José Daniel Ponce compuso un cuarteto lujoso y
eficaz que brilló en la obtención de los dos títulos consecutivos, y que
luego Bilardo llevó a la Selección cuando asumió en 1983. Sabella fue
transferido a Gremio en 1985, volvió a Estudiantes en 1987, entre ese
año y 1988 pasó por Ferro y cerró su carrera profesional en 1989 jugando
para Irapuato de México.
Sus primeros pasos como técnico los dio al
lado de Daniel Passarella a quien desde 1990 acompañó en sus dos pasos
por River y como ayudante en la Selección Argentina que jugó el Mundial
de Francia, la Selección Uruguaya, Parma, Monterrey y Corinthians de
Brasil. En marzo de 2009, Carlos Bilardo lo propuso para dirigir
Estudiantes en lugar de Leonardo Astrada y cuatro meses despues, se
abrazó a la gloria: derrotó a 2-1 a Cruzeiro con goles de Gastón
Fernandez y Mauro Boselli y logró la Copa Libertadores.
Ese éxito, la
gran actuación ante el Barcelona en la final del Mundial de Clubes, y
la nueva consagracion al frente de Estudiantes en el Apertura 2010 tras
haber rearmado el equipo, pusieron a Sabella en la mira para dirigir la
Selección Argentina en reemplazo de Sergio Batista, tras la mala
actuación en la Copa América de 2011. Pareció que su ciclo habría de ser
breve. Pero con Lionel Messi, Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín, Angel Di
María y Javier Mascherano como figuras, la Selección pudo rescatarse y
llegar a Brasil donde con Mascherano como emblema, muy cerca estuvo de
alcanzar el título mundial.
Julio Grondona quiso renovarle contrato y
mantenerlo al frente de la Selección. Pero durante el Mundial, su salud
empezó a resquebrajarse y decidió no aceptar el ofrecimiento. Durante
los últimos años, los problemas se multiplicaron y el mismo día del
deceso de Diego Maradona fue internado por complicaciones cardíacas. A
los 66 años, su corazón, noble y futbolero, dejó de latir para
siempre.